Madrid: Jubera, Hernanos, 1903. — 405 p.
En vista de la extensión que los estudios histórico-comparativos han tomado en todas las naciones de Europa y de que los mejores filólogos del mundo sabio los han aprovechado para escribir, á la luz de sus descubrimientos, las gramáticas científicas de sus respectivas lenguas, años ha que nosotros echábamos de menos y nos proponíamos ensayar la de nuestro idioma, tan acreedor como cualquiera de los romances á ser estudiado seria y concienzudamente. Algo nos descorazonaba el pensar el poco interés y la escasa ó nula atención que aquí se había prestado á esa poderosa corriente lingüística, que sólo conocíamos de oidas, y que al llegar á nosotros de reflejo y desfigurada, mirábamos como una ocupación, meritoria, sí, pero del todo infecunda, cuando no perjudicial en la práctica y en el aprendizaje de las lenguas. Todo lo que fuera salirse de los seculares moldes de las reglas empíricas, todo lo que no se acomodara á los métodos y procedimientos didácticos de las antiguas gramáticas latinas, con sus seis casos, con sus conjugaciones paralelas y sus oraciones primeras de sustantivo, nos parecía un crimen vitando y una exótica importación que debíamos rechazar lejos de nosotros.