México: lulu.com, 2010. — 172 p. — ISBN 978-0-557-05472-5.
La ortografía durante la primaria y dos años de secundaria, para mí, siempre fue una ciencia oculta con muchas reglas y demasiadas excepciones, las cuales resultaban imposibles retener en la memoria. En tercero de secundaria, mi maestro de español, Pantaleón Riveroll, me explicó el origen de las reglas ortográficas, su evolución y como muchas excepciones, constituían la aplicación de otras reglas. Por arte de magia, tuve la clave para entender la ortografía. En preparatoria intente escribir un libro para jerarquizar las reglas de ortografía, con el fin de poder enseñarlas de una manera lógica, bajo el axioma de: "una cosa no puede ser y dejar de ser al mismo tiempo", una regla de ortografía no puede ser regla y poseer excepciones. En la mente de un niño que tiene una lógica pura, la excepción, no sirve para confirmar la regla, como dicen tantos sofistas; por tales motivos, consideré necesario que cuando se explicaran las reglas se estableciera cuál es la principal, cuáles son las generales y cuáles las especiales. El proyecto quedó en el limbo de lo inacabado, pero la idea siguió ahí.